martes, diciembre 25, 2007

¡Felices pascuas!

Me encanta esa expresión, "felices pascuas", mucho más bonita que la de "feliz navidad". Parece que la primera está menos usada y todavía tiene algo de significado. Las palabras, las expresiones, de tanto usarlas terminan por no significar nada, por no representar nada, por no remitirnos a nada.

Este año no he enviado ni una sola felicitación por correo ordinario. Me he creado la mía propia con el nacimiento de mi casa de Murcia, que me hacía ilusión por ser la primera vez que lo poníamos (en mi familia, tradicionalmente hemos concentrado todas las celebraciones en el campo, de ahí que los belenes y demás hayan quedado reservados siempre y exclusivamente para nuestra casa de Cuevas -Fuente Álamo, Murcia, España-).

Deseo que deseéis mucho y bueno: retos, aspiraciones, conquistas... Siempre he creído que para alcanzar algo basta con desearlo y, obviamente, poner todos los medios para que se termine cumpliendo. POr eso el problema en ocasiones está en que nos secamos y perdemos, incluso, nuestra capacidad de desear.

Un abrazo!
Pd. Veréis que mi felicitación no va dirigida a todo el mundo. Sólo deseo para la buena gente (con nombres y apellidos). Al resto (envidiosos, siniestros, trepas, mentirosos, hipócritas, fraudulentos, pelotas, sinvergüenzas...) no les deseo nada, lo siento. Cuando pienso en transmitir buenas vibraciones, buena vida, sólo puedo hacerlo pensando en la gente a la que tengo cariño.

lunes, diciembre 17, 2007

Un ordenador en cada aula

Este artículo aboga por la no utilización de los ordenadores en los colegios, aboga por el fomento de la cultura, por no caer en los discursos fragmentarios propios de la red de redes. La educación una vez más a debate. Artículo brillante, osado, valiente. Porque todavía quedan voces críticas que miran por la integridad del hombre.


Por Andrés Ibáñez

ABC, 16 de diciembre de 2007-12-17 http://www.abc.es/abcd/imprimir.asp?id=8672&sec=38&num=828

Frente a los que piensan que «lograr» que haya un ordenador en cada aula del país es una especie de conquista de la civilización similar al calendario de vacunación o la alfabetización universal, opino que la presencia de los ordenadores en los colegios e institutos debería retrasarse lo más posible. Si les soy sincero, en mi opinión los ordenadores no deberían usarse en el aula nunca.

¿Por qué?

Primero. Porque los niños no necesitan «aprender» a usar un ordenador. Los niños ya saben usar un ordenador, incluso los que no lo han usado nunca. En realidad, lo único que resulta verdaderamente difícil para usar un ordenador a nivel de usuario es escribir a máquina. Por lo demás, para saber usar un ordenador no hay nada que «aprender». Basta con tener dedos en las manos, no tener Parkinson y poder mover el dedo índice de arriba abajo.

Segundo. Porque los ordenadores no son «instrumentos de aprendizaje», por mucho que a algunos les guste pensar que lo son o que pueden serlo. El verdadero aprendizaje es el que se hace de forma oral y proviene de un maestro en una disciplina, sea la historia, el latín, la fisiología o las leyes, y los principales instrumentos de ayuda para este aprendizaje son los libros, siempre han sido los libros y siempre serán los libros. Los libros y las publicaciones periódicas de prestigio, claro está.

Madurez intelectual. Internet (que es, metonímicamente, de lo que estamos hablando realmente al referirnos a los «ordenadores») es, desde el punto de vista académico, una herramienta que nos facilita las cosas porque nos proporciona inmensas cantidades de información de forma instantánea. Pero esa información sólo es útil para aquellos que han alcanzado una madurez intelectual y poseen una formación previa. En ningún caso puede sustituir a las verdaderas fuentes de información que, insistimos, son los libros y las publicaciones periódicas prestigiosas.
Todos sabemos que uno puede fingir que es un experto en cualquier tema con sólo una hora de googlizar. Pero fingir un conocimiento no es lo mismo que poseerlo.

Tercero. Los ordenadores presentan el conocimiento, de forma fragmentaria y arbitraria, bajo la apariencia de trozos iluminados, frecuentemente acompañados de brillantes imágenes, por los que es posible transitar en cualquier dirección. Esta supuesta «libertad» de Internet es una mera apariencia, pero se presta a todo tipo de discursos estupendos donde se defiende la posibilidad de que cada uno cree su propio itinerario «personalizado» o se cantan las alabanzas del pensamiento «no lineal».

Un cierto orden. Pero todo esto no es más que basura. El conocimiento ha de ser «lineal» en el sentido de que para aprender cualquier cosa es necesario seguir un cierto orden y pasar por unas ciertas etapas, del mismo modo que leer una novela quiere decir leerla desde la primera página hasta la última y tal lectura no puede sustituirse por el chapoteo desordenado por una serie de pasajes «destacados» o «significativos». Nuestra vida es lineal porque sucede en el tiempo. La historia es lineal, porque lo que pasó después depende de lo que pasó antes. Es cierto que la vida de la imaginación, la del inconsciente, la de los sueños, no es lineal, pero a los defensores del arte de ratonear no les interesa la imaginación, ni el inconsciente, ni los sueños, y no están hablando de eso.

Muchas veces sucede que cuando creemos estar más allá de algo estamos, en realidad, más acá. En los años sesenta creíamos que una pastilla era algo más moderno que una manzana y que en el año 2007 ya no comeríamos manzanas, sino pastillas. Ahora estamos en el año 2007 y vemos que si hay algo más moderno que una simple manzana, no es precisamene una pastilla, sino una manzana de cultivo ecológico. Es decir, que lo más moderno resulta ser una manzana más antigua.

En las universidades americanas ya no se pide que se hagan trabajos sobre temas, que pueden fabricarse fácilmente picoteando aquí y allá en Internet, sino trabajos dedicados a un solo libro. De este modo, el profesor se asegura de que los alumnos lean, al menos, un libro. Uno solo, pero leído de verdad.

Sucede, pues, con el conocimiento como con los cultivos, y con los libros como con las manzanas.

viernes, diciembre 14, 2007

Esperanza: estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos


(Ulises y las sirenas)

Ésa es la definición que la RAE (Real Academia Española) hace de la palabra esperanza.

Qué bonita es la esperanza, el saber que es posible, el tener fe... Creo que en ocasiones vaciamos de contenido a los significados, a las palabras, y hoy quería tomar por bandera y recuperar a la esperanza, para que cuando la nombremos saboreemos su espíritu, para que no hablemos de ella así sin más, sin ninguna toma de conciencia.

Creo que vivir la vida sin esperanza no merece la pena, que la luz, el motor que nos mueve es saber que es posible conquistar la empresa en la que estamos inmersos. Llegaría incluso más lejos y diría que el sentido de la vida, en parte, depende de la esperanza. Ahí es nada.

Creo que la vida universitaria es una constante batalla "espiritual" en este terreno. El reto es apasionante: conseguir entender un poco mejor la vida, conocer un poquito mejor el mundo y a nosotros mismos. Para ello, proponemos un camino intelectual (en mi caso) y solamente recorriendo este camino conseguirmos aprender acerca de la vida. ¿Llegar a la meta? Sí, pero lo realmente importante es el camino, como en el poema de Kavafis. Pero ojo, en este recorrido están al acecho la desesperanza, la desazón, el desánimo...

Por eso hoy quiero llamar a la esperanza universitaria, a que es posible, a que podemos, a que triunfaremos.

Termino, una vez más, con las apasionantes palabras del poeta Konstandinos Kavafis (Poesía completa, Alianza editorial, Madrid, 1989).

"Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca,
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas".

miércoles, diciembre 05, 2007

Y tú, ¿también estás en los niveles culturales más bajos?

Pisa, pisa... Cada tres años la OCDE nos da un buen pescozón en su conocido informe para medir el nivel cultural de 57 países (el periódico el país ha tratado muy bien el tema). Y España, como siempre, vuelve a estar entre los más bajos. Y peor aún. Somos el país que más ha descendido desde el último estudio, que fue en el año 2003.

Estamos mal en todo, aunque la carencia más sangrante es en lo relativo a la lectura, a la capacidad de comprender, usar y analizar textos. Me da la sensación de que no leemos ni por una apuesta, lo que es sinónimo de subdesarrollo y decadencia. Avanzamos económicamente (la última década ha sido muy favorable), pero retrocedemos culturalmente. Curiosa paradoja. A mayor bienestar, más zopencos nos volvemos.

Una de las causas argüidas es la utilización de las nuevas tecnologías, hecho que empobrece enormemente el lenguaje y deja a la lectura en un segundo plano. Y más. Fomenta los conocimientos superficiales y fragmentados. Todo lo contrario a la auténtica cultura.

Estamos buenos. Ahora, quizá, lo interesante sería responder a la pregunta... y tú, ¿también estás en las alarmantes estadísticas que recoge PISA? Es decir, ¿son esas estadísticas representativas de la realidad española? ¿Solamente reflejan la pobreza intelectual de los adolescentes, o hay que llegar más allá y hablar de pobreza cultural a nivel general?

El asunto se las trae...

lunes, diciembre 03, 2007

Carta de una profesora universitaria

La semana pasada el XL semanal publicaba una carta al director de una profesora universitaria, misiva clara y sincera. Me encantaron las palabras que, además, fueron premiadas por "reivindicar, ante todo, esa gratificación personal e intransferible que, euros aparte, es la que justifica entregar la vida a algo".

BUeno, esta es la carta (la versión digital del dominical no incluye las cartas al director, así que la transcribo literal) que, por supuesto, ratifico.

"A pesar de la nónima

A los siete años entré en el internado. Aquello fue muy duro: la rígida disciplina... Pero mis padres me decían: "Estudia mucho, aprovecha esta oportunidad". Los años pasaron y terminé el bachillerato con 17 años y unas notas brillantes. Seguí estudiando, esforzándome por aprender y conseguir buenas notas (la beca dependía de ello). Terminé la carrera y quise seguir "aprovechando la oportunidad", así que seguí estudiando. Hice la tesina y la tesis doctoral y seguí aprovechando todas las oportunidades para formarme, en la ciencia y en la vida. Tuve suerte, llegué a profesora de universidad, por lo cual sigo estudiando cada día. Mi nómina es ridícula si se compara con la de muchos trabajadores que no han tenido que estudiar la décima parte que yo, ni se llevan a casa los exámenes y el disco duro. Sin embargo, me siento muy afortunada porque cada mañana llego a mi trabajo con una sonrisa en la cara sabiendo que voy a hacer lo que me gusta, que voy a poder enseñar algo que he aprendido, que estar con alumnos me permite seguir aprendiendo cada día, que el esfuerzo diario por llevar hacia adelante el equipo de investigación tiene sus pequeñas recompensas que festejamos como grandes acontecimientos. Por eso, y a pesar de la nómina, no me cambiaría por nadie".

T.M. Zaragoza