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Terminada la VIII bienal de comunicación celebrada en Puebla (México), es tiempo para la reflexión. Y si es comparada, mejor que mejor. La comunicación estratégica, temática central abordada en Puebla desde el 5 al 9 de septiembre de 2011, ha sido un descubrimiento vibrante, prometedor, ambicioso, humano. La comunicación estratégica, que supera la unidireccionalidad y el materialismo funcionalista que caracterizó a parte de la comunicación organizacional en los últimos compases del siglo XX, supone un paso más en el análisis y en la integración de niveles y paradigmas. Perspectiva transdisciplinar, que venimos mentando (y mucho) desde un punto de vista epistemológico (ya sabéis, aquello de la necesidad de integrar los diferentes niveles de la comunicación y utilizar el multiparadigma), pero que utilizamos menos en la formulación teórica y la aplicación empírica. Al final terminamos anclados en un paradigma y lo de la triangulación metodológica tampoco parece que esté todavía excesivamente consolidado. Sandra Mazzoni ofreció sobre estas cuestiones la conferencia más sugerente a la que he asistido en un congreso. Pero hubo más. Jesús Galindo, maestro de ceremonias, contextualizando a cada uno de los ponentes. Rafael Alberto Pérez, contador de historias, narrador de lo que es y no es, límites y alcances; Octavio Islas y su recuperación del denostado McLuhan. Su propuesta de integrar el pensamiento de Marcuse y McLuhan para explicar/impulsar la nueva revolución digital fue, simplemente, genial. También la idea de que el DIRCOM debe ser investigador, dos facetas (la académica y la profesional) que son inseparables.
Terminada la VIII bienal de comunicación celebrada en Puebla (México), es tiempo para la reflexión. Y si es comparada, mejor que mejor. La comunicación estratégica, temática central abordada en Puebla desde el 5 al 9 de septiembre de 2011, ha sido un descubrimiento vibrante, prometedor, ambicioso, humano. La comunicación estratégica, que supera la unidireccionalidad y el materialismo funcionalista que caracterizó a parte de la comunicación organizacional en los últimos compases del siglo XX, supone un paso más en el análisis y en la integración de niveles y paradigmas. Perspectiva transdisciplinar, que venimos mentando (y mucho) desde un punto de vista epistemológico (ya sabéis, aquello de la necesidad de integrar los diferentes niveles de la comunicación y utilizar el multiparadigma), pero que utilizamos menos en la formulación teórica y la aplicación empírica. Al final terminamos anclados en un paradigma y lo de la triangulación metodológica tampoco parece que esté todavía excesivamente consolidado. Sandra Mazzoni ofreció sobre estas cuestiones la conferencia más sugerente a la que he asistido en un congreso. Pero hubo más. Jesús Galindo, maestro de ceremonias, contextualizando a cada uno de los ponentes. Rafael Alberto Pérez, contador de historias, narrador de lo que es y no es, límites y alcances; Octavio Islas y su recuperación del denostado McLuhan. Su propuesta de integrar el pensamiento de Marcuse y McLuhan para explicar/impulsar la nueva revolución digital fue, simplemente, genial. También la idea de que el DIRCOM debe ser investigador, dos facetas (la académica y la profesional) que son inseparables.
Voy a
plantear algunos apuntes, algunas tendencias generales. No tengo pretensión
alguna de concreción, vaya ya mi postura por delante, que luego me aparecen
catedráticos documentalistas para ponerme las peras al cuarto. Y sin dejarme
que les conteste, claro está.
México
y, en general, Latinoamérica tiene una extraordinaria capacidad de abstracción
y formulación teóricas. Imagina, extrapola, generaliza, plantea como nadie las
matrices socioculturales; entiende las culturas, las explica, las trasciende. Estados Unidos, como
representante del mundo anglosajón por otra parte, tiene un rigor metodológico
que hace tiempo dejó atrás lo cuantitativo y apuesta, cada vez más, por las
técnicas cualitativas, etnográficas, dialógicas, por la retórica aristotélica renovada.
Basta echar un vistazo al departamento de comunicación de la Universidad de
Colorado, con figuras como Stanley Deetz, Robert T. Craig, Peter Simonson,
Bryan Taylor o John Ackerman. O leer, aunque sólo sea muy por encima, los
abstracts del congreso de la NCA (National Communication Association) para
comprobar lo que digo.
Pero
Estados Unidos no mira a Latinoamérica, o la mira poco, muy poco, es invisible,
egocentrismo cultural que, por supuesto, ha calado hondo en las prácticas
académicas gringas. Y Latinoamérica continúa definiendo a sus vecinos yanquies
como unidireccionales, materialistas, funcionalistas… Simplificadores, en una
palabra, del proceso comunicativo. México teoriza como nadie, pero es más débil
en metodología. Estados Unidos se ha aprendido ya la lección del proceso
comunicativo que es simbólico, complejo e interaccionista y utiliza las metodologías
rigurosamente, pero es más flojo en la generalización, pues continúa apegada al caso, al
dato, a lo empírico.
¿Y España?
¿Qué decir de nosotros? Spain is different, promulgaba tiempo ha el conocido
eslogan turístico. Nos defendemos en teoría y en metodología, podría ser que
estemos a medio camino entre Estados Unidos y México. Nos defendemos en ambos,
sin destacar en exceso en ninguno. En general, repito, en general. Cada vez
estamos haciendo un mayor desarrollo de estudios empíricos y, eso sí, éstos suelen
presentar, en mayor o menor medida, un “decente” marco teórico. Esto que digo
no es una perogrullada, basta mirar a algunos campos (como el de la
investigación en Comunicación y Salud) para ver que hay más investigación
empírica sin teoría de la que imaginamos. Cómo interpreta ese tipo de
investigación los datos es ya otra cosa, pues no lo he entendido todavía.
Como
habréis visto, no he dicho ni mú sobre la tradición europea, dado que ni tan
siquiera creo podamos hablar de una tradición europea de facto. A Europa, una
vez evolucionado el pensamiento crítico de los Cultural Studies hacia uno más
antropológico e interpretativo que ha pegado muy fuerte en los US; superadas,
tiempo ha, la Escuela de Frankfurt y la periodística alemana; y una vez
consolidada –y más aún- la Semiótica, no sé si le quedan muchas señas de
identidad. Esto es sólo una hipótesis de partida, debería pensar más y explorar
metateóricamente el campo europeo, aunque no lo haré por ahora, no me despierta
ni la fascinación que sí hace el pensamiento latinoamericano, ni la admiración
del estadounidense.
“Aprende
de tus hijos”, podríamos decirle a la vieja Europa, que ni se caracteriza por
la amabilidad y dulzura mexicanas, ni el civismo y sencillez estadounidenses. Al
final, Europa no es ni una cosa ni la otra. Quizá sea cierto lo que comentaba
ayer el profesor Rafael Alberto: finalmente, cuando Europa quede desprovista de
valores, encontraremos las reservas de sentido en Latinoamérica. Y yo añado. Y el
respeto y llaneza de Estados Unidos. De sus gentes, me refiero, no de sus
políticos. Me atrevería a decir que la clase política forma un todo más
homogéneo y transnacional del que imaginamos. Esas élites que campan a sus
anchas en sus propios espacios (salas VIP, business class, hoteles 5 estrellas…),
que diría Manuel Castells.
Es muy
paradójico, lo sé, pero al final me quedo con Estados Unidos y México o México
y Estados Unidos, igual da. Descender hasta el ámbito de lo humano, hablar con
sus gentes y sentir los afectos de uno y otro lado, es la mejor fórmula para
superar rencillas e injusticias históricas, malas decisiones políticas y
estereotipos culturales que no hacen sino agotar y desesperar al hombre.
Un
abrazo a todos!