Ver una buena película, como es Carol, en un cine histórico estadounidense es un auténtico lujo. Estos cines suelen ser salas construidas durante las primeras décadas del siglo XX que han aguantado el paso de los años y las múltiples amenazas de demolición. El teatro Maya de Denver (construido en 1930) estuvo a punto de ser derribado a mediados de los 80, pero la movilización de los vecinos evitó la catástrofe e hizo que finalmente fuera reconocido como edificio histórico. Las 3 salas siguen proyectando películas en las mismas condiciones que hace décadas, lo que añade un agradable sabor histórico a la experiencia cinematográfica (el que puedas beber una copa de vino en la sala también es súper interesante :-) ).
Trailer oficial de la película
Como decía, más allá de lo señalado en estas críticas cinematográficas, uno de los aspectos que más me ha llamado la atención ha sido cómo Carol habita lugares poco frecuentados por la cultura popular. Esto es, representa la homosexualidad femenina de una forma poco habitual dentro de las producciones audiovisuales destinadas al gran público. En general, la homosexualidad femenina tiene poca presencia dentro de la cultura popular. Y cuando lo hace, suele presentar al lesbianismo como un destino trágico y melancólico (Las horas), como objeto de deseo sexual masculino (por ejemplo en Showgirls) o marcado por la promiscuidad (así sucede en la serie The L Word). Pero esto no es lo que vemos en Carol, donde la historia de amor se desarrolla de manera natural y alejada de las estereotipaciones fáciles que solemos ver en la gran pantalla.
Carol, a pesar de ser una peli destinada al gran público (cuenta con 6 nominaciones a los Óscar), construye la homosexualidad femenina de una forma que hasta ahora habíamos visto principalmente en el cine independiente o de autor (véase Habitación en Roma o La vida de Adele).
La historia de amor entre Carol y Therese, además, supone una transgresión en la representación del género. El cine de hollywood suele reservar los papeles principales a personajes masculinos, que son los que llevan el peso de la acción y de la historia. Normalmente, los femeninos tienen una menor presencia tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Como señala el artículo Gender Inequality in Film, las mujeres hablan menos, son representadas con menos ropa que los hombres o aparecen en contextos más tradicionales (normalmente casadas). Supongo que el sesgo en este sentido está muy influenciado por el hecho de que hay muchos más directores, guionistas, productores o editores hombres que mujeres. Que Carol cuente con mayoría femenina en el equipo de producción seguro que ha ayudado en este sentido.
Lo dicho, Carol enfatiza el carácter ecléctico y contradictorio de la cultura popular. ¿Marcará un antes y un después en la construcción cinematográfica de la homosexualidad femenina destinada al gran público? Sería muy bueno que así fuera.
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