Tras la publicación de este controvertido artículo y una trayectoria de vida polémica, la universidad inició un proceso de investigación sobre el curriculum vitae del ex-catedrático. Finalmente, fue acusado de mala conducta por plagio y falsificación y fue despedido de la Universidad. El profesor, a pesar de la batalla legal contra el centro educativo en la que se ha llegado a reconocer el despido improcedente, sigue sin impartir docencia en Boulder.
Dicho lo dicho, supongo que la cuestión es dónde están los límites a la libertad de cátedra. O aún más, ¿debe haber límites? Si es así, ¿hasta dónde? ¿Tiene un profesor universitario que avalar con hechos sus polémicas tesis, como si de un periodista se tratara? No conozco un caso similar en la Universidad española, pero ¿sería posible vivir en España una situación similar?
Este viernes asisto a un coloquium de mi departamento en el que Mike McDevitt, profesor de la facultad de periodismo de la Universidad de Colorado, discutirá el papel que los medios de comunicación desempeñaron en el caso. El título promete: "Social Drama as Social Control in the Academic-Media Nexus: The case of Ward Churchill".
Un saludo a todos!
3 comentarios:
Me temo que en la universidad española se defenderán tesis incluso más aberrantes que la de Churchill, solo que bajo el amparo del pensamiento dominante. Además, supongo que un caso similar no sería posible en una universidad española de carácter público.
Pero el fondo de la cuestión me parece importantísimo. Es un debate que siempre ha estado vivo en el liberalismo, y está relacionado con los límites del derecho a la libertad de expresión, aunque aquí con el matiz del contexto en el que ocurre el caso: el ámbito de la educación.
Yo sigo a Stuart Mill para defender que no haya ningún límite a la libertad de expresión (excepto la calumnia, claro). Todas las ideas deberían tener la posibilidad de defenderse en el libre intercambio de razones y opiniones. Así, las buenas se impondrán con mayor fundamento, y la verdad tendrá más probabilidad de brillar.
No obstante, como ciudadano que paga impuestos tengo derecho a la educación y a una vía de acceso razonable al conocimiento. Si un profesor de una universidad pública defendiera, por ejemplo, que la violencia está justificada en un sistema democrático, la ciudadanía debería tener el derecho a exigir que se prohibiera a ese profesor, que niega los valores que la colectividad ha decidido respetar como básicos, dar clase.
En el caso de una universidad privada, el ciudadano tendría derecho a irse. Pero creo que los que dirigen la universidad tienen derecho a negar la palabra a quien ataca esos valores compartidos.
Es un caso parecido al de la prohibición de los partidos políticos que justifican el terrorismo (en España) o el nazismo (Alemania). ¿Todas las ideas deben tolerarse? Sí, por eso se invita al presidente de Irán a dar una conferencia en una universidad, aunque niegue el holocausto o llame a la destrucción de Israel. Pero eso no significa que debamos respetar todas las ideas, y menos aún subvencionarlas.
Ay, perdón por la extensión.
(Ojalá, Leo, nos cuentes cómo ha ido el coloquio, me interesa mucho).
Un abrazo.
Pues yo ahora mismo tengo en mente el caso de Dr. Aquilino Polaino, en referencia a sus afirmaciones sobre la universidad. El profesor Aquilino, además de unaa larga y brillante carrera como catedrático de psicopatología en la UCM es médico psiquiatra.
Más allá de las consideraciones sustantivas sobre el tema, creo que en España (yo lo vivi en Florencia, y no tengo muhcos datos) supuso un "linchamiento mediático".
La cuestión radica en el "lugar" donde se realizan las declaraciones. Esto es, la libertad de cátedra se refiere a la libertad dentro de los límites del puesto docente. ¿En qué consiste el puesto docente...?
Caso interesante... me uno a lo que dice Enrique (no sin recelos a esa postura tan liberal). Mantenos informados.
saludos, Juan
Perdona, donde dice "universidad" que se lea: "homosexualidad" (será la falta de sueño...)
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