jueves, noviembre 05, 2009

Periodismo anti-intelectual: de Ward Churchill (EE.UU.) a Pedro Alberto Cruz (España)

Pedro Alberto Cruz


La semana pasada escribí sobre el caso de Ward Churchill, ex-catedrático de la Universidad de Colorado expulsado de su puesto de trabajo debido a un polémico artículo sobre los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas. Esta semana introduzco en este peculiar "debate" la figura del consejero de cultura de la Región de Murcia (España), Pedro Alberto Cruz, profesor de historia del arte en la universidad, filósofo metido a político cuya gestión está despertando polémica en algunos medios locales de esta región española.

Creo que ambos casos, aunque muy diferentes, pueden ser analizados y entendidos desde una misma perspectiva: un periodismo que cada vez más adquiere tintes anti-intelectuales. Este es el marco teórico con el que el profesor Mike McDevitt ha analizado el caso del controvertido catedrático estadounidense.

¿A qué me refiero exactamente con periodismo anti-intelectual? Se trataría de un contexto mediático en el que los medios ven la figura del intelectual como una amenaza en su control y dominio del conocimiento en la esfera pública. El periodista percibe al intelectual como un contrincante en la gestión del conocimiento, el intelectual como un posible baluarte que puede romper la gestión monopolística que los medios de comunicación hacen de la esfera pública (sabemos, esfera pública "secuestrada" por los medios, podríamos incluso hablar de una esfera mediática).

Si entendemos la figura del intelectual como un "agitador de conciencias", que diría Miguel de Unamuno, quedará claro que normalmente su postura no será políticamente correcta y se presentará como un contrapeso de los discursos (periodísticos) dominantes.

Frente a esta amenaza, es decir, frente a la amenaza que percibe el periodista en su monopolio de la esfera pública, la cobertura mediática se vuelve claramente anti-intelectual descontextualizando declaraciones y deshumanizando y cosificando la figura del personaje en cuestión.

Esto nos lleva a un intelectual que es representado como una amenaza para el bien social y frente a esa amenaza el periodismo se presenta como el defensor de la ciudadanía y la paz democrática. El filósofo (o catedrático o lo que sea) es sometido a un castigo ritualístico que es público y unidireccional, en el sentido de que el intelectual puede ejercer una débil defensa frente al dominio mediático.

Habría mucho que decir sobre esto.

En primer lugar, en este tipo de coberturas mediáticas, el valor periodístico por excelencia, la objetividad, se va al traste. Todo vale para la defensa del "bien común". En segundo, el periodismo termina convirtiéndose en un agente ideológico de control, es decir, en ese control de la esfera pública poco o nada tiene que hacer el intelectual denostado. El discurso, por sesgado y parcial, termina siendo ideológico. Por último, los medios acaban convirtiéndose en instituciones claramente conservadoras donde la libertad de expresión (la del intelectual, claro) brilla por su ausencia.

Estos rasgos están comprobados científicamente en el caso de Ward Churchill, expulsado por la comparación que hizo de los americanos con Eichmann, comparación que no ocupó más de una frase, lo que representa menos del 2% de todo el artículo. Los medios nada dijeron del resto de argumentaciones, ni tan siquiera de las decenas de artículos que el controvertido profesor escribió tras este poco afortunado texto.

Por otra parte y para terminar, supongo que un análisis de las noticias protagonizadas por Cruz sería un interesante estudio de esta peculiar "batalla" entre periodistas e intelectuales.

un saludo a todos!


Pd. Libro clave en el que se aborda esta cuestión: Anti-intellectualism in American life (Richard Hofstadter).

6 comentarios:

QB dijo...

El tema que planteas es fascinante. Cruz propuso un pulso intelectual a los periodistas con Karabatic y dejó muy mal parados a los medios regionales.

En cierta manera hay revanchismo por aquel capítulo y parece que los medios reflejan un tanto por ciento de su gestión pero olvidan otros, como el párrafo del profesor estadounidense del que hablas.

La esfera pública es algo inquietante. Por eso, porque no es un tema baladí, creo que la profesionalización del periodismo tiene mucho por delante, reivindicar que cualquiera no puede ser periodista ni formar parte de esa voluntaria o involuntaria esfera pública.

Tu blog es un soplo de aire fresco para el periodismo, para aquellos profesionales que necesitamos autoreciclarnos y reflexionar sobre la comunicación. Gracias Leo.

eva dijo...

Hola, Leo:
Coincido con todos (incluyo a los del comentario anterior) en que el tema es apasionante.

Sobre la libertad de expresión, creo todos tenemos la experiencia de que todo lo que sale por nuestra boca no siempre es lo mejor, ni para nosotros ni para los demás. Por tanto, creo que a veces debemos aprender a callar y a veces tenemos derecho a exigir que otros se callen. Otra cosa es que no sea fácil determinarlo, claro.

En el caso del catedrático que comentas, y sin leer el artículo completo, parece desproporcionado atribuir un atentado a personas que viven bajo un sistema -capitalista/imperialista, no sé qué términos emplea el autor- del que pueden ser cómplices, pero no causantes totalmente de él. Y considerar asesina a una persona por adaptarse a la sociedad a la que vive...

Sobre la relación periodista-intelectual, me gusta más tu planteamiento, que mira más al periodismo en conjunto que al periodista.

Un periodista que busque el bien común no puede ir en contra de un intelectual que busque lo mismo.

Un intectual que critica una manera de funcionar, que a los propietarios de los medios les interese que no deje de hacerlo, puede ser atacado por quienes tienen la capacidad de seleccionar la información (y te aseguro que el periodista tiene muy poco margen de maniobra).

Dicho lo cual, ¿por qué presuponer que el intelectual no está condicionado por el mismo sistema que critica?

¡¡Gracias por hacerme pensar!!

eVa

Leo García-Jiménez dijo...

BUenas a los 2!!!

Sí, Quique, interesante lo que planteas de Karabatic, no había caído en aquello. No lo viví en Murcia, pero a través de lo que leí en Internet, hay mucho de provocación en el caso Karabatic: la invención de un personaje, Karabatic, que al final formaba parte de una campaña de publicidad. Los medios creyeron al principio que el personaje era real y luego se descubrió el pastel de que era una invención con fines marketinianos. Supongo que el pulso empezó allá.

Y Eva, interesante también el tema que sacas a colación. Normalmente, el intelectual que critica, se posiciona desde fuera de la sociedad, como si él no estuviera influenciado o fuera fruto del contexto en el que vive.

El caso de Churchill es curioso. Su famoso artículo fue poco acertado y careció de sensibilidad y sentido común. Lo escribió y publicó un día después de los atentados contra las torres gemelas y eso es un gran desatino. También es cierto que el argumento central del artículo, que Estados Unidos se había ganado a pulso esos atentados por su política internacional, no era novedoso. Sí lo fue la comparación de los trabajadores del World Trade Center con Eichmann, organizador del holocausto judío. Personalizar en la gente que había muerto el argumento de culpabilidad de Estados Unidos es otra provocación en toda regla, aunque esa personalización sólo representaba una frase de todo el artículo.

Creo que ambos son unos provocadores que en ocasiones han llegado a rayar la insolencia. De ahí al linchamiento "público-simbólico" va un trecho. Aunque es algo esperado, porque el periodismo, en ocasiones, también raya la misma insolencia-prepotencia.

y en esas seguimos,

gracias a los dos por vuestros comentarios!

un abrazo

Enrique dijo...

Tu idea, Leo, parece ser la siguiente: los medios controlan (secuestran, incluso) la esfera pública, donde imponen el discurso periodístico dominante estableciendo un filtro para expulsar del debate todas aquellas ideas que discrepan. Ante ese control, los intelectuales desisten de intervenir porque piensan que sus brillantes ideas serán distorsionadas en los medios. Y los que se atreven a intervenir saliéndose de lo políticamente correcto son castigados.

Al margen de lo desafortunado de tu ejemplo (Cruz no es un filósofo sino un político, y las críticas que ha recibido han sido por su gestión política), creo que el tema que planteas es crucial si nos preocupa la pluralidad del debate público como un pilar fundamental de la democracia.

Creo que pasas por alto algunos matices importantes: no existen los intelectuales fuera de los medios. Ser mediático forma parte de la propia definición de intelectual, que es aquella persona que interviene en el debate público al margen de su actividad habitual. Escribir un artículo en una revista científica no es ser un intelectual, es ser un profesor. Por lo tanto, no se puede plantear un conflicto entre periodista e intelectual, porque de hecho comparten escenario. ¿Es cierto que con el enorme poder adquirido por los medios, los periodistas han asumido papeles que hace medio siglo lo desempeñaban los intelectuales? Detrás de esta idea se encuentra, supongo, la nostalgia por una época en la que en el debate público sobresalían figuras como Unamuno, Marañón, Ortega, etc. Mientras que ahora quien dirige el debate son los periodistas que copan las tertulias. Yo no lo creo. El periodismo, entonces como ahora, tiene entre sus objetivos impulsar plataformas de debate abierto a cualquiera que quiera participar. Y si no tenemos a Unamuno, Marañón u Ortega, tenemos a Vargas Llosa, Saramago, Savater, Subirats, Trías (por decir los que se me ocurren ahora), que no son peores que aquellos. Si abrimos los periódicos podemos comprobar que esa función de debate está presente. Y no es lo peor que hacen los medios. Por otra parte, ¿son los que escriben sólo aquellos que se someten al discurso dominante? No lo creo. El mercado es frío y severo, pero no tonto. Si hay un intelectual popular y acogido en todas partes es Chomsky. Por no hablar del cineasta Moore.

Y por último. Cuidado con elogiar a los intelectuales. Pocas cosas hay que causen más bochorno que el comportamiento vergonzoso (por cinismo, engaño o ignorancia) de los intelectuales durante la segunda mitad del siglo XX. Se equivocaron tanto y con tanto empeño, su control ideológico (ese sí) fue tan férreo, que nos enseñaron una cosa que no deberíamos olvidar: sólo con la discusión se atisba verdad. Y otra lección: dices que la esfera pública se vuelve conservadora. No siempre está mal ser conservador frente a las ideas radicales.

A ese profesor americano no lo castigaron los medios (¿dónde fue publicado su artículo?), sino la universidad. Como mucho, los medios discutieron sus ideas.

Leo García-Jiménez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Leo García-Jiménez dijo...

Kike:

Varios apuntes, tengo al sensación de que interpretas mi comentario fuera del marco teórico propuesto (anti-intelectualismo). Si tú también me descontextualizas, estaremos cayendo en la misma perversión que se denuncia desde dicha propuesta teórica.

No, yo no he dicho "Ante ese control, los intelectuales desisten de intervenir porque piensan que sus brillantes ideas serán distorsionadas en los medios". Eso lo añades tú.

Sobre Cruz, la hipótesis es precisamente lo contrario a lo que tú dices, que por el marco de análisis propuesto de anti-intelectualismo recibe las críticas (la gestión política sería una mera excusa).

Con tu aseveración de "Creo que pasas por alto algunos matices importantes: no existen los intelectuales fuera de los medios", precisamente, reafirmas mi propuesta de que la esfera pública es en realidad una esfera mediática.

Por último. El caso del profesor norteamericano no fue un asunto universitario, sino que debido a la repercusión mediática, se convirtió en un asunto de índole pública. La opinión pública estaba indignada precisamente por lo mismo, por la cobertura mediática sesgada que recibió el caso.