Leo esta mañana que el ministro de educación y cultura español, José Ignacio Wert, anti-humanista y tecnicista confeso*, ha iniciado la reforma de la polémica asignatura "Educación para la Ciudadanía". Todos los jóvenes españoles toman esta asignatura en su formación educativa.
Unamuno fue uno de los autores más prolíficos de los siglos XIX y XX. Escribió centenares de ensayos, novelas, artículos periodísticos, cartas, poesía... Fue un agitador de conciencias nato. Y yo me pregunto, ¿quién ha tomado su testigo en nuestra sociedad?
*Que Wert carece de cualquier atisbo de sensibilidad humanista, teórica, de pensamiento, es algo, a estas alturas, conocido por todos. Ahora bien, ¿de qué nos extrañamos? Wert es hijo de su tiempo. Y el tiempo que vivimos abocado a la racionalidad tecnicista y cuantitativista, rechaza de manera frontal el pensamiento, la filosofía, la teoría. Es decir, rechaza todo aquello que no genera resultados cuantificables (sean beneficios económicos, sea una encuesta que simplifica lo social y se adapta bien a la lógica simplista contemporánea). La racionalidad instrumental es lo que tiene, ministros analfabetos, humanísticamente hablando, que de repente se convierten en el blanco de las iras de todos. Pero no perdamos la perspectiva. Todos hemos alimentado, en mayor o menor medida, al monstruo que hoy nos azota.
3 comentarios:
Me acabo de dar cuenta de que has vuelto a la blogosfera. Encontrarte de nuevo aquí supone un aliciente: no sólo añoranza de viejos tiempos, sino promesa de libre circulación de ideas. ¡Bienvenida de nuevo, Leo!
Sí, Unamuno sigue constituyendo para nosotros la cifra cercana del compromiso intelectual y político. Tan capaz de ponerse a conversar con Spinoza en sus brumas holandesas como de tomar partido a favor de la verdad y en guerra contra sus propios intereses frente a la doble barbarie política del momento.
Te preguntas quién ha cogido el testigo. Habría una respuesta sencilla si el intelectual hubiera mantenido el aura de referencia moral de la que gozó en los años sesenta o setenta. Pero Sartre pasó y con él sus mandarines. La globalización pulveriza en mil frentes los ámbitos en los que se forma el juicio contemporáneo. Lo cual agudiza el riesgo de ser manipulados por parte de instancias igualmente globales - dominación geoestratégica de las opiniones, como tan bien apuntas en el post anterior.
Todo esto hace precisa la revitalización de una teoría crítica que bien podemos reelaborar a partir de la Escuela de Fráncfort. Quizá no resulte socialmente tan halagador como en los mejores años sartreanos, pero eso poco importa ahora: el trabajo intelectual es necesario para la autoconciencia y la libertad del mundo.
¡Un abrazo!
Pedro, amigo: Qué alegría y lujo leerte por aquí. No podría estar más de acuerdo contigo. Revitalizar un auténtico pensamiento crítico no ideologizado es hoy una tarea pendiente vital. ¿Que han muerto las ideologías? Yo hoy las veo presentes en todos los ámbitos, también en aquellos menos susceptibles de ser ideologizados como el ocio (consumismo-capitalismo) o la educación (neoliberalismo-izquierda).
Otro abrazo para ti!
Sí, como bien decís, nuestro tiempo adolece de “Unamunos” que, con voz enérgica, denuncien lo que, para vergüenza de todos, nadie denuncia; que defiendan la verdad sin mirar de manera rastrera a sus propios intereses, esos que mandan en sus vidas, esos por los que tantos venden su alma al diablo y por los que arrasan todo lo que impide su consecución caiga quien caiga. Por eso es más necesario que nunca aguijonear las conciencias –como gustaba repetir a Don Miguel- y una manera de hacerlo consiste en ser eco de estas voces que resuenan en nuestros oídos con una actualidad increíble a pesar de que vibraron hace muchos años como si las bocas que pronunciaron estas profecías estuvieran aún vivas entre nosotros. Pero… ¿acaso no lo están? Unamuno, especie única, sigue vivo aún para aquellos que no creen en la inmortalidad.
Pobre sociedad la nuestra incapaz de valorar el pensamiento libre y auténtico frente a la verborrea demagógica que nos aturde. Pobres jóvenes, incapaces de pensamiento crítico, desconocedores de sus raíces, ignorantes de la tradición cultural que les precede… Pero más pobres aún los que, conscientes de haber recibido una herencia espiritual y filosófica que nos ha configurado haciéndonos ser lo que somos, han roto la correa de transmisión impidiendo que los que les siguen reciban un legado que, en justicia, les pertenece. Pobres porque, esclavos de unas pasiones que, de haber sido correctamente encauzadas, bien pudieron ayudarles a alcanzar la propia plenitud creciendo como personas y fomentando el crecimiento de otros, han sido las primeras víctimas de un afán desmedido e inhumanizante de poder, riqueza, fama… ¡Pobres esclavos!
Y es que, como Unamuno defendiera en infinidad de ocasiones, quien no se nutre de las corrientes vivificantes de la propia cultura, con todo lo que esta palabra encierra en sí, ha empezado un peligroso descenso que conduce a la nada… ¿Hay algo peor que no saber quiénes somos?
Lo dejo aquí. Ha sido una gozada leeros y recordar viejos tiempos y seguir fraguando los nuevos cada uno desde nuestro sitio. Gracias por todo, por tanto…
Loles/Lolamundi ;)
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