lunes, julio 18, 2005

Cuando las pulseritas de colores no significan nada

Hablaba ayer con unas amigas sobre la moda de las pulseritas de colores; el fenómeno emerge con fuerza y hay eslóganes para todos los gustos: uno de las últimos que me ha llegado es el de "vacaciones ya". Hemos metido en el mismo cajón de sastre la lucha contra el cáncer, contra la pobreza o el racismo, la reclamación del agua para Murcia y la reivindicación de que llegue ya el mes de agosto, porque necesitamos ir a la playa (!!). Simplemente surrealista, es decir, muy español.

Pero bueno, en principio la iniciativa que en su día impulsó el ciclista Lance Armstrong (que por cierto, ya ha encaminado su victoria en el tour de Francia) me pareció una excelente idea. La tan imitada pulserita amarilla era un símbolo, su valor radicaba en la aportación económica que se hacía a una buena causa (la lucha contra el cáncer), pero sobre todo representaba el espíritu solidario con los que sufren esa enfermedad. Era un símbolo de la lucha contra el cáncer. Esto significaba mucho, porque en otro tiempo padecer esta enfermedad era hasta vergonozoso: con la pulserita ahora todos mostrábamos orgullosos nuestra sensibilización hacia tanta gente que sufre (y dicho sea de paso, muere) por este motivo.

Primero proliferaron las imitaciones: la iniciativa empezaba a no tener sentido, llevabas la pulserita, pero no habías contribuido económicamente a la causa. Bueno quedaba el significado: todos en pie contra el cáncer.

Después comenzaron a aparecer pulseritas amarillas con otros eslóganes diferentes al original LIVESTRONG. La cosa empezaba a tener menos sentido aún.

Al final, como una epidemia, se han extendido las pulseritas que no significan nada, vendidas a granel en los todo a cien.

¿Qué sentido tiene llevar un trozo de plástico, realmente feo, en la muñeca que no significa nada? A ver, si fuera un diseño de Agata Ruiz de la Prada, pues todavía...

La pulserita, una vez desprendida de su significado, no representa nada. Si una vez simbolizó la lucha contra el cáncer o la pobreza, al final rompe con la realidad: es una imitación, una simulación, una farsa. Terrible.

La proliferación del simulacro, es decir, de imitaciones que finalmente no significan nada porque han roto con la realidad, es una idea que expone Baudrillard en "Cultura y Simulacro".

Pero lo más terrible de todo es que para el autor, en la sociedad de nuestros días, hemos terminado rompiendo totalmente con la realidad: finalmente sólo nos queda la imitación. Para Baudrillard, la realidad no tendrá nunca más ocasión de florecer.

De tal manera que vivimos en un mundo de ficción (en un capitalismo de ficción, que diría Vicente Verdú) en el que todo es una pura imitación.

Doblemente terrible.

4 comentarios:

Vicente Torres dijo...

Cada uno vive en el sitio que elige. Yo prefiero el mundo real. Y este mundo real me lleva a hablar de las novelas de Luis Melero.
Las pulseras las llevo en el corazón.
Saludos,

Anónimo dijo...

Igual, las pulseras las llevo en el corazón. Punto aparte. Acabo de llegar a tu blog y la verdad q me parece interesante...Seguiremnos en contacto...

Leo García-Jiménez dijo...

Sí es cierto, la solidaridad hay que llevarla en el alma (de lo contrario se es un hipócrita). Pero no es menos cierto que esa solidaridad hay que plasmarla con acciones, sacarla hacia fuera, ¿no?

Y una acción muy válida es la aportación económica (no voy a decir que al final todo es una cuestión económica, pero casi, casi...). Esa era una de las finalidades de las "pulseritas de la discordia".

Ah!! Sandro gracias por el "piropo". Se admiten todo tipo de sugerencias...

Más saludos!

Anónimo dijo...

Si, pero yo me pregonto par que llevo una pulsera amarilla con la palabra igualdad si no somos iguales por mucho q luchemos