miércoles, octubre 26, 2005

Herir al otro: la soledad del alma comunicativa

A veces los procesos comunciativos que iniciamos hacia el otro fracasan de manera estrepitosa, no solamente porque no alcancemos el entendimiento que requiere todo acto comunicativo, sino porque esa falta de comprensión puede llegar a herir al que nos escucha.

Hablaba sobre esto con una buena amiga esta mañana y me comentaba que si nuestra intención no ha sido la de hacer daño, se trata más bien de que el otro se siente herido (por su sensibilidad, por su susceptibilidad...) pero que realmente no podemos decir que hemos sido los culpables del daño causado.

Sea por una u otra causa, la cuestión está en que en ocasiones las palabras "maltratan" sin querer, hieren sin buscarlo, dañan repentinamente el alma del que nos atiende.
En estos casos, al fracaso del proceso comunicativo hemos de añadir el sentimiento -siempre frustrante- de culpa por lo que hicimos involuntariamente.

Y es que ante todo la comunicación es una realidad fundamentada en el afecto, por lo que no podemos evitar la tristeza, la desazón, la desolación que nos causa la ruptura de este lazo afectivo, acaso el más importante de todos.
Veo este sentimiento reflejado en el siguiente poema -precioso- de Mario Benedetti:
"Unas veces me siento como pobre colina, otras como montaña de cumbres repetidas. Unas veces me siento como un acantilado, y en otras como un cielo azul pero lejano. A veces uno es manantial entre rocas, y otras veces un árbol con las últimas hojas. Pero hoy me siento apenas como laguna insomne con un embarcadero ya sin embarcaciones, una laguna verde inmóvil y paciente conforme con sus algas sus musgos y sus peces, sereno en mi confianza, confiando en que una tarde te acerques y te mires, te mires al mirarme"

12 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Quedo sorprendido una vez más por la extraordinaria variedad de este blog. Ya no puedo decir que se afrontan las cuestiones de la comunicación desde múltiples puntos de vista, sino casi lo contrario: se parte de la ciencia de la comunicación para dirigirnos hacia cualquier aspecto de la realidad social, y en consecuencia, de la realidad humana.

Lo que planteas en este caso dista de ser cosa superficial: haces referencia a un aspecto básico de la convivencia, incluso a uno de los mecanismos esenciales del proceso (interminable) de socialización.

Comprendo el punto de vista de tu amiga ("si nuestra intención no ha sido la de hacer daño, se trata más bien de que el otro se siente herido -por su sensibilidad, por su susceptibilidad..- pero que realmente no podemos decir que hemos sido los culpables del daño causado), pero no lo comparto; o, al menos, no lo comparto del todo.

Quiero decir que la empatía no sólo es buena: es sumamente necesaria. ¿Cuántas veces somos tan indulgentes con nosotros mismos como para decir "...huy, qué raro, mira que molestarse por eso que dije, si no tenía la menor intención"; cuando en realidad debiéramos pensar "...conociéndole, tendría que habérmelo pensado dos veces antes de hacer este comentario"?

Cada uno tenemos nuestros propios umbrales de sensibildad: en la medida en que sean conocidos, deben ser tenidos en cuenta y respetados en lo posible. En nuestra sociedad con frecuencia se ha alabado a la "persona que dice lo primero que se le pasa por la cabeza"; pero desde luego que no cuenten con mi apoyo. Debiéramos ser, en general, más prudentes, y no acudir con tanta frecuencia a la justificación que encontramos en esa extraña susceptibildad ajena, ignorando lo mucho que nos cuesta someter nuestros impulsos a lo que la alteridad no encuentre molesto.

Mi opinión carece de solidez si no añado un corolario, que es a la vez excepción y consecuencia: si no es justo ignorar los sentimientos ajenos; menos aún es el someter al otro a una constante prueba de respeto a nuestra sensibilidad. No falta quienes no dejan pasar la ocasión de manifestar que han sido ofendidos, olvidados, heridos, ignorados. Devuelven la posible falta de sensibilidad con un ruin chantaje emocional, que sólo puede llevar, a la larga, a una asfixia de la relación, sea laboral, amistosa, amorosa o del tipo que sea. No es justo poner a prueba constantemente a los que nos rodean, pues motivos de queja, en puridad, no le faltan a nadie...

Seamos más indulgentes con el otro, tanto como ofensor como ofendido; y seamos un poco más severos con nosotros mismos, en nuestras faltas de caridad emocional y en la capacidad de disculpar al que nos ofende. No es la postura más bondadosa... es la más inteligente.

Un saludo.

Anónimo dijo...

El anterior usuario anónimo soy yo, o sea, Zarko.

Roberto Iza Valdés dijo...
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Leo García-Jiménez dijo...

Zarko, es un placer que de vez en cuando te pases por aquí y nos escribas algo. Que conste que empiezas a tener "ciberadmiradores" ;-)

Creo que, de nuevo, das en el clavo. Para que "triunfen" nuestros procesos comunicativos (que son la base de cualquier tipo de relación humana) el referente principal debe ser el otro.

Quizá el problema sea que en ocasiones estamos tan metidos en nosotros mismos, que obviamos-ignoramos a nuestro interlocutor...

Un saludo a tod@s!!!

oserlaj dijo...

Hola! Pienso que hay varios puntos importantes relacionados con este tema:

Por un lado, supongo que todos conocemos a la típica persona antipática que lo primero que te suelta tras pegarte un corte es aquello de "es que yo soy muy sincero/a". Vamos a ver, ¿llaman sinceridad a la "mala follá"? Si para ser sincero tienes que herir a la otra persona, yo al menos no tengo duda: prefiero no ser sincero hasta ese punto (que no es lo mismo que ser hipócrita). Aún así, como tu amiga te dijo, se mete la pata muchísimas veces, pero si no se pretende hacer daño contamos en la mayoría de los casos con la comprensión de nuestro herido interlocutor.

Por mi experiencia personal algunas personas me han tachado de ser "excesivamente diplomático", cosa que en el fondo puede que sea cierta, pero qué queréis que os diga, prefiero ser diplomático y tener amigos a aceptar la primera orden que dan mis neuronas a mis cuerdas vocales sin pensarlo dos veces y, de esta forma, ganarme enemigos. Además, para atacar tengo el blog que tú ya sabes jejeje :-)

Siempre he pensado que la mejor forma de no herir a alguien se consigue conociendo bien a la otra persona y, mientras que esto no se produzca, lo mejor es ir con cautela. Un besote!

Leo García-Jiménez dijo...
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Leo García-Jiménez dijo...

BUenas!

Pues Óscar te voy a decir que tienes un don -ups! ¿esto no era el eslogan de un anuncio?- porque a mí muchas veces me sucede lo contrario: meto la pata (más que hacer daño como decía en el post, quizá se traten de comentarios algo inoportunos, alusiones fuera de lugar etc.) no porque vaya de sincera por la vida -a mí esa gente también me mata-, sino porque a veces pensamos que todo el mundo se comunica con nuestras mismas pautas: desde bromas, comentarios...

Entonces, Óscar, creo que tienes razón y que hasta que no conoces bien a la gente lo mejor es ir con cautela... aunque, sinceramente, es más divertido el "riesgo" y de ahí al comentario inoportuno va un paso :-( .

Otra cosa. Roberto, no entiendo tu comentario, ¿por qué comentas lo de la catalogación de los blogs?

Bessssss a todos!

Roberto Iza Valdés dijo...
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Anónimo dijo...

Aunque un poco tarde, he leído con mucho cariño y atención tu reflexión.
Me ha parecido preciosa y sincera, cargada de una realidad próxima sobre la que muy a menudo pasamos de puntillas.
Las palabras y su sentido incierto, hacen de la comunicación un experimento mágico!
Me alegra mucho comprobar que pensar en voz alta con tanta sensibilidad aún hoy es posible.
Muchas gracias, Leo!!

Leo García-Jiménez dijo...

Cascabeles:

Creo que has definido muy bien la mística de lo comunicativo: un momento mágico.

Estoy contigo!

Saludos,

Unknown dijo...
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