jueves, noviembre 09, 2006

Endogamia universitaria: la Universidad a debate una vez más

Creo que el tema de la endogamia universitaria, por delicado, ha sido demasiadas veces dejado en el tintero. Ahora bien, la cuestión está en cuando esa situación salta a la palestra pública, es decir, sale en los medios de comunicación. La situación es igual, pero "no es lo mismo".

En un artículo publicado en el periódico "El País" el pasado 30 de octubre (suplemento de educación), Miguel Delibes de Castro, Profesor de Investigación. CSIC. comentaba esta situación, en un artículo que ha tenido sus respuestas en la sección de opinión de El Pais. En el próximo post colgaré las respuestas de Peces Barba (rector de la Carlos III) y otros profesores.

El artículo denuncia los procesos fraudulentos en la ajudicación de cátedras. EN concreto, hace referencia a un caso ocurrido en una Universidad pública española.

Copio y pego el artículo porque a estas alturas sólo tenemos acceso los que estamos suscritos a "El Pais".


"Aunque apenas despierta interés en la sociedad, pocas cosas tienen tanta trascendencia para nuestras expectativas de vida como la selección del profesorado universitario. Elegir mal nos hace perder el tren del desarrollo y la innovación, disminuye las oportunidades de nuestros hijos en una sociedad tecnificada y compleja y dilapida de forma absurda nuestro dinero: un profesor malo cobra lo mismo que uno bueno y, no lo olvidemos, ellos formarán a los futuros médicos, jueces, arquitectos. Para que la universidad cumpla con su papel como motor del desarrollo, debe seleccionar a los mejores profesores en base a criterios de excelencia docente e investigadora. Por desgracia, en nuestro país los profesores universitarios se seleccionan con demasiada frecuencia por procedimientos poco transparentes, donde amiguismo y enchufe pesan sustancialmente más que la investigación y la docencia.

En la universidad, los catedráticos deberían ser los máximos referentes en cuanto a excelencia. Por ello conviene seleccionarlos con sumo cuidado. Sin embargo, desde hace décadas la selección de catedráticos se ve, no pocas veces, alterada por un sistema de padrinazgo, amparado en una estructura de áreas de conocimiento que establece una red de intercambio de favores entre catedráticos ("yo voto a tu candidato para que luego tú votes al mío"). Como resultado, a los aspirantes les sale más a cuenta "buscarse un padrino" que buscar la excelencia docente e investigadora. En un tímido intento, la Ley Orgánica de Universidades (LOU, 2002) promovió el examen nacional de habilitación para enmendar esta situación. Siete miembros, elegidos por sorteo, deciden qué candidatos pueden llegar a ser catedráticos. El funcionamiento del sistema está defraudando buena parte de las expectativas que algunos pusieron en él.

Si pretendemos de una vez por todas que la selección del profesorado se realice en función de los criterios de excelencia que caracterizan a una universidad moderna, tenemos que asegurar, por un lado, que los tribunales de selección estén compuestos por los profesores más idóneos, y por otro, que sus decisiones sean totalmente transparentes. En el proceso de selección de profesores en cuanto a su capacidad científica, existe un sistema aceptado internacionalmente que permite valorar la calidad de su trabajo. Los científicos tratan de publicar sus investigaciones en las mejores revistas internacionales de su especialidad. La calidad de una revista científica se mide por un número llamado "índice de impacto". Pero los editores sólo publican los mejores manuscritos que reciben, rechazando los demás tras un complicado proceso de evaluación en que el anonimato garantiza el juego limpio. Cuanto mayor impacto tiene una revista, más difícil es publicar en ella. Los buenos científicos, capaces de publicar en las mejores revistas, tienen más "índice de impacto" -obtenido como la suma del impacto de todas sus publicaciones- que los malos. Dos agencias internacionales (Institute for Scientific Information, ISI y SCOPUS) permiten hacer estas evaluaciones. Cualquier persona puede entrar en sus páginas web y averiguar la calidad de un científico. En consecuencia, no existe justificación alguna para que una comisión de selección no elija correctamente.

Sin embargo, varias comisiones siguen saltándose a la torera todas las indicaciones objetivas de calidad. Sirva de ejemplo una reciente habilitación de catedrático de universidad (la número 1/700/0904) celebrada en la Facultad de Veterinaria de la UCM. La plaza en cuestión era para un área de conocimiento muy delicada, la producción animal, donde una mala selección puede tener graves consecuencias sobre la salud pública (recordemos las vacas locas, dioxinas, acumulación de pesticidas, metales pesados y otras conocidas intoxicaciones alimentarias, resultado de una mezcla de baja cualificación y mala praxis en la producción animal). La persona con mayor índice de impacto (119) fue la menos votada de los que pasaron el primer ejercicio (currículum vitae). Sorprendentemente, el candidato más votado sólo tiene un índice de impacto de 26 (casi 5 veces menor). El caso viene explicado en detalle en la revista Apuntes de Ciencia y Tecnología número 19, páginas 17 y 18 (versión electrónica en http://www.aacte.es). Como por desgracia estas situaciones son mucho más comunes que lo deseable en la selección del profesorado, la pregunta clave es: ¿por qué muchos tribunales de habilitación seleccionan tan mal, máxime cuando un catedrático bueno cobra igual que uno malo y en las universidades españolas y OPIs hay excelentes científicos para seleccionar al profesorado? Existen tres causas evidentes:

1. Falta de rigor en la selección de los miembros de las comisiones nacionales. Sigamos con el anterior ejemplo: el presidente de dicha Comisión Nacional de Habilitación (un catedrático del departamento de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria de la UCM), sólo tiene un impacto sumado de 4.4. Sin embargo, no tiene problema en juzgar (y rechazar) a candidatos con un currículo cuyo impacto objetivo es 29 veces mejor que el suyo. Desgraciadamente, esta situación está más extendida de lo razonable: el currículo del presidente de la anterior Comisión Nacional de Habilitación de Producción Animal no es mejor que el del actual. Pero, como a todo hay quien gana, la guinda la pone el que va a ser presidente de la próxima Comisión Nacional de Habilitación (un catedrático de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid). Gana por goleada (0 artículos, 0 de impacto sumado). Que alguien pueda llegar a catedrático sin haber publicado ni un solo artículo en una revista internacional de impacto ya es más que sorprendente, pero que además vaya a presidir la siguiente comisión nacional de habilitación indica que algo muy grave está pasando en la universidad española. Ver más detalles en Apuntes de Ciencia y Tecnología número 19, páginas 17 y 18 (versión electrónica en http://www.aacte.es).

2. Total impunidad: como un tribunal no tiene que dar explicaciones a ninguna instancia superior (en la práctica, sólo se les exige respeto a las formas del proceso ya que son soberanos respecto al fondo de su decisión), puede elegir sin que la más descarada de las arbitrariedades tenga consecuencias. Como resultado, los contribuyentes terminamos pagando de por vida el sueldo a quienes son hábiles para conseguir el favor del tribunal y no a los buenos investigadores y docentes. Asimismo, pagamos a un tribunal (dietas, hoteles) que representa al Estado (y, por tanto, a nosotros) para que al final haga lo que quiera y no lo que deba.

3. Amiguismo sistemático. En la universidad española han accedido a catedráticos excelentes científicos. Sin embargo, en demasiados casos la adjudicación de plazas se rige por una ética perversa. El incompetente defiende su puesto manteniendo alejados a los profesionales de excelencia. Para ello mantiene un sistema de padrinazgo ("mi candidato es fulanito", "le debo un favor a menganito"), aderezado por una retórica imposible de entender fuera de la universidad ("no da el perfil", "no es lo normal en el área"). Fomenta siempre al protegido cuya virtud principal suele ser la servidumbre. Y sobre todo pretende convencer de que la selección del personal docente e investigador en la universidad es una cosa tan compleja que la sociedad civil no está capacitada para opinar. La realidad es que cualquier jefe de recursos humanos, de empresas competitivas, seleccionaría mejor.

Lo queramos o no vivimos en una sociedad de ciencia, tecnología e innovación. Si seguimos separando el grano de la paja para quedarnos con la paja nuestro país perderá el tren del futuro. Hay que hacer que la sociedad exija una universidad que se corresponda con nuestro nivel socioeconómico, en la que los criterios de excelencia científica y docente destierren a los sistemas de padrinazgo-servidumbre. Recordemos que durante la transición española se demostró que buena parte del sector industrial estaba obsoleto y era inviable. Con gran sacrificio, la sociedad afrontó una reconversión industrial dolorosa que afectó a miles de personas. Pese a sus grandes costes no perdimos el tren del progreso y la competitividad industrial. Quizás ahora ha llegado el momento de hacer una profunda reconversión en la universidad, sin duda difícil, pero necesaria.


Firman este artículo Miguel Delibes de Castro. Profesor de Investigación. CSIC. Premio Nacional de Investigación Alejandro Malaspina. Fernando Hiraldo. Profesor de Investigación. CSIC. Director de la Estación Biológica de Doñana. Premio BBVA de Investigación en Biología de la Conservación. Joaquín Tintoré Subirana. Profesor de Investigación. CSIC. Director de IMEDEA. Premio Nacional de Investigación Alejandro Malaspina. Manuel Toharia. Presidente de la asociación española para la comunicación científica. José Antonio Donazar. Profesor de Investigación. CSIC. Xim Cerdá. Vicedirector de Investigación. EBD. CSIC. Javier Juste. Ex vicedirector de Investigación. EBD. CSIC. Antonio Delgado. Estación Experimental del Zaidín. CSIC. Luis Rull. Catedrático. Universidad de Sevilla. Juan Martínez Hernández. Jefe de Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública. Hospital Carlos III. Madrid. José Luis Blanco. Profesor Titular. Universidad Complutense. Antonio Rodríguez Artalejo. Catedrático. Universidad Complutense. Eduardo Costas. Catedrático. Universidad Complutense"

2 comentarios:

María dijo...

Realmente esto es muy fuerte aunque, ya se sabe, para subir a lo más alto, no hay nada como tener amigos que ya estén allí, y en España, especialmente, creo que lo de "yo tengo un primo", y "yo conozco al amigo del cuñado de fulanito de tal que fue al colegio con mi tío abuelo" triunfa.

Pero independientemente de eso, aunque puede que se me haya pasado por alto, hay un punto clave que creo que le falta al artículo: la capacidad para enseñar. Al fin y al cabo, vamos a la universidad a aprender, y si el profesor no tiene esa capacidad, no sirve de mucho las investigaciones que haya hecho o los artículos que haya publicado.
Recuerdo que en el segundo año de carrera tuvimos una profesora que, casi antes de decir su nombre, había soltado una lista interminable de títulos que tenía en su haber y que, francamente, a ninguno de los que tuvimos clase con ella nos sirvió de mucho; después de unos meses, se demostró que no habíamos aprendido absolutamente nada.

Lo ideal es alguien que sepa combinar una tremenda capacidad para comunicar y una excelente labor investigadora, para poder formar correctamente a los profesionales del futuro.

Anónimo dijo...

Hola Leo,

Excelente el post,
sólo apunto que la falta de transparencia no ocurre sólo en el otorgamiento de cátedras.

Sucede hasta en las plazas de ayudante. Y la problemática tiene fácil solución: criterios específicos y detallados a través de indicadores, que sustituyan las áreas globales tales como "Experiencia Investigadora", "Currículum Vitae", "Otros méritos".

Desde mi experiencia, resulta desmotivador que, en menos de dos meses de diferencia, presenté 4 postulaciones a profesor ayudante, en una de ellas, saqué un 4.3, en otras dos, un 7.5 y en otra un 7.
¿Cómo puede haber tanta diferencia de puntuación, respecto al 4.3.?
Lo peor de todo es que, la ley actual deja total autonomía a los Departamentos para que fijen criterios y propongan candidatos. Resulta de lo más desalentador intentar practicar ciencia en un contexto así de difuso.

Entiendo que el tiempo, así como la proliferación en el uso de Internet contribuirá a lograr una mayor transparencia y equidad en estos asuntos,n pues gracias a google, podemos averiguar muchas cosas:))

Sólo un apunte, que saco de Pierre Lévy y que recalca la importancia de las leyes:

"La ley sustituye el derecho por la dependencia individual, y el acuerdo contractual por la obligación. Es defensora de las relaciones entre ciudadanos que se basan en el respeto a los compromisos y en la consideración hde los derechos y libertades de todos"