(Ulises y las sirenas)
Ésa es la definición que la RAE (Real Academia Española) hace de la palabra esperanza.
Qué bonita es la esperanza, el saber que es posible, el tener fe... Creo que en ocasiones vaciamos de contenido a los significados, a las palabras, y hoy quería tomar por bandera y recuperar a la esperanza, para que cuando la nombremos saboreemos su espíritu, para que no hablemos de ella así sin más, sin ninguna toma de conciencia.
Creo que vivir la vida sin esperanza no merece la pena, que la luz, el motor que nos mueve es saber que es posible conquistar la empresa en la que estamos inmersos. Llegaría incluso más lejos y diría que el sentido de la vida, en parte, depende de la esperanza. Ahí es nada.
Creo que la vida universitaria es una constante batalla "espiritual" en este terreno. El reto es apasionante: conseguir entender un poco mejor la vida, conocer un poquito mejor el mundo y a nosotros mismos. Para ello, proponemos un camino intelectual (en mi caso) y solamente recorriendo este camino conseguirmos aprender acerca de la vida. ¿Llegar a la meta? Sí, pero lo realmente importante es el camino, como en el poema de Kavafis. Pero ojo, en este recorrido están al acecho la desesperanza, la desazón, el desánimo...
Por eso hoy quiero llamar a la esperanza universitaria, a que es posible, a que podemos, a que triunfaremos.
Termino, una vez más, con las apasionantes palabras del poeta Konstandinos Kavafis (Poesía completa, Alianza editorial, Madrid, 1989).
"Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca,
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas".