Mucho tiempo sin escribir por estos lares... Unas semivacaciones en España y un "road trip" breve pero intenso por el medio oeste norteamericano tienen la culpa. Investigar es maravilloso, pero una siempre tiene la sensación de que no terminas de desconectar nunca, siempre quedan cosas pendientes, así que en mi estado semivacacional al final lo único que se va de vacaciones es el blog.
Pero bueno ya ha llegado la hora de empezar de nuevo a la carga. No ha sido una decisión premeditada, sino la vida la que me ha traído de cabeza de nuevo a mi blog. El motivo, las exequias de Michael Jackson. Viéndolas ayer no podía dejar de pensar en el espectáculo que a todo llega, incluso a la muerte, quizá uno de los aspectos de la vida cuya espectacularización puede resultar más difícil, porque la muerte es el destino de todo hombre, destino del que sabemos no podremos escapar jamás. Por eso la muerte es el gran fracaso del que nadie puede escapar. Así que en principio, la puesta fastuosa, el show fúnebre puede parecer una broma de mal gusto, macabra por el propio dramatismo que envuelve al fin de la vida. Pero el espectáculo también ha invadido esta esfera, lo que supongo que es algo que ya intuíamos. En los años 90, el accidente mortal de Lady Di en París fue un buen buen preámbulo al gran show que ha envuelto el último adiós a un Jackson denostado, cuya muerte parece ahora estar limpiando las sombras que lo acompañaron durante los últimos años de su vida.
Creo que el entierro del rey del pop ha sido el pistoletazo de salida, la inauguración definitiva de la "muerte espectáculo", del show zapateando directa y descaradamente sobre restos mortales.
Hace ya bastante, a mediados del siglo pasado, un Guy Debord un tanto tremendista hablaba de una
sociedad del espectáculo en la que éste había invadido todas las esferas de la vida (desde la política a la economía o la cultura). El espectáculo como puesta en escena fastuosa, como colorido y luces de neón deslumbrantes que esconden la ausencia de contenido, que tratan de enmascarar el vacío de una sociedad volcada en el aparentar por encima del ser.
En comunicación, George Kellner, en su obra
Media spectacle, señala que la sociedad capitalista es la sociedad del infotainment, es decir, la sociedad que ha visto cómo toda información está unida y fusionada al entretenimiento (information-entertainment). Todo debe divertir y la realidad que no divierta está condenada al fracaso.
Hasta la muerte, trasnmutada en show, puede ser un espectáculo atractivo. Por eso, las pompas fúnebres de Michael Jackson fueron un acontecimiento mediático, gestado y organizado para ser retransmitido a través de los medios de comunicación, fueron un macro show de la muerte en el que ésta alcanzó su grado máximo de banalización.
A partir de ahora, a los toros, conciertos y visitas a parques temáticos deberemos sumar la asistencia a estadios para ver funerales. Porque el espectáculo debe continuar y éste no ha hecho más que empezar.