martes, abril 26, 2005

Sobre crisis de sentido y matrimonios homosexuales

Uno de los discursos más generalizados en la sociedad contemporánea es la crisis de sentido, la pérdida de valores del hombre moderno.

Creo que desde los medios de comunicación esta afirmación es una constante que se presenta a través de diferentes formatos: desde la típica entrevista a fulanito de tal que habla de lo mal que está el mundo; al artículo de opinión crítico hasta límites insospechados con la juventud, la clase política, la educación...

Pues bien, hay autores que no están del todo de acuerdo con estas aseveraciones, vamos, que no estamos tan mal y que la famosa crisis no es novedosa en cualquier caso, sino que ya desde el siglo XVIII se hablaba de una profunda crisis en la sociedad de aquél momento.

Estas ideas las exponene brillantemente (y brevemente, cosa que es de agradecer) Berger y Luckmann en Modernidad, pluralismo y crisis de sentido.
Lo que vienen a decir estos dos autores es que no nos encontramos inmersos en una crisis de sentido general, sino que se trata de pequeñas crisis de sentido que afectan a áreas muy concretas.

Y que mientras existan las instituciones intermedias (desde las distintas Iglesias, a los medios de comunicación, pasando por agrupaciones de diversa índole) que doten de sentido la vida del ser humano, no debemos preocuparnos.

Claro que se supone los gobiernos deben proteger a este tipo de instituciones en pos del bien común.

Teniendo esto en cuenta: ¿cómo se debe entender la reciente aprobación del matrimonio gay? ¿como la protección a este colectivo o como un ataque directo a una de las instituciones más importantes de la sociedad contemporánea, como es la Iglesia Católica?.

Conste en acta que según estos dos autores la función social que desempeña la religión es fundamental para la pervivencia de la comunidad. Por otra parte, el colectivo homosexual pide la protección de sus derechos y el reconocimiento de la normalidad en sus relaciones.

¿Ahonda el matrimonio homosexual en una de las diversas crisis de sentido de las sociedades contemporáneas? o por el contrario ¿contrarresta dichas crisis?.

¿Ha tenido en cuenta la clase política estas cuestiones?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando el Gobierno afirma que iguala a los matrimonios homosexuales con los heterosexuales se está refiriendo a que, cuando nuestra población necesite aumentar la tasa de natalidad, se le dará una ayuda del Estado tanto a unos como a otros.

El Gobierno está diciendo que cuando apruebe una medida de ese tipo no va a hacer diferencias entre unos y otros, por ejemplo, ordenando que "sólo a los matrimonios heterosexuales", sino que dirá que la ayuda es "por hijo nacido vivo" o para hijos "entre tal y cual edad" con lo cual el problema de ayudar a la gestación será subsanado y eso significará un ahorro "políticamente comprensible".

En resumen: Gobernar con dinero ajeno es fácil, lo único que se necesita es gastarlo, sobre todo, cuando se sabe que el dueño de la hacienda está socialmente muerto, por homicidio político. Proteste, proteste, para que vea si está usted muerto o vivo y quién le ha asesinado.

Anónimo dijo...

Es indudable que lo expuesto tan brillantemente por Leo rezuma optimismo, pero discrepo.No estoy del todo conforme con la afirmación: "mientras existan instituciones intermedias(iglesia)que doten de sentido a la vida del ser humano no debemos preocuparnos..."¿acaso la Iglesia no está en crisis en Occidente?.Creo que la gente busca respuestas, y creo que cada vez resulta más difícil adaptar las respuestas ya dadas a las nuevas circunstancias.

Leo García-Jiménez dijo...

En relación al primer comentario, no termino de entenderlo (matrimonios homosexuales, herterosexuales, natalidad...)

Con respecto al segundo (podíais poner un seudónimo para que yo pudiera hacer alusiones expresas!!), lo que vienen a decir Berger y Luckmann, es que las instituciones intermedias contrarrestan las crisis de sentido.

¿qué sucede cuando esas instituciones también están en crisis?¿?¿?¿?¿?¿?

PUes que como ha dicho el segundo anónimo, nos encontramos definitivamente sin respuestas para algunas cuestiones...

Difícil, difícil...

Un abrazo a todos!!!!!!!!

Anónimo dijo...

En cambio, para mí el segundo anónimo es el que me parece más optimista. Concretamente me refiero a eso de "Creo que la gente busca respuestas, y creo que cada vez resulta más difícil adaptar las respuestas ya dadas a las nuevas circunstancias."

¿De verdad que la gente busca respuestas? ¿De verdad que la gente pregunta, SE PREGUNTA, cosas, y espera conocer la verdad sobre esas cuestiones?

No lo creo, francamente. En el mejor de los casos, lo que se buscan no son respuestas, sino justificaciones que, a modo de peculiares "permisos", ofrezcan alguna legitimación que se acomode a una visión personal ya perfectamente definida y que sólo busca un respaldo.

Claro que cada vez es más difícil encontrar respuesta, porque no hay verdaderas preguntas, verdaderas inquietudes. No hay deseo de conocer la verdad (absoluta o relativa) de las cosas para asumir sus consecuencias. Por eso no hay respuestas que se adapten a las nuevas circunstancias, porque la única posible sería la de "cualquier respuesta imaginable es válida, si a tí te acomoda".

Es precisamente ese permanente estado de búsqueda que caracterizó al ser humano occidental desde el siglo XV hasta bien entrado el siglo XX el que está muriendo... de puro desinterés... que es tanto como decir que de puro egoísmo.

(Dicho lo cual, pongamos cuantos centenares de gloriosas excepciones queramos poner)

Leo García-Jiménez dijo...

Pues, zarko, sinceramente no lo creo en absoluto.

No creo en que esté muriendo el hombre moderno, el ilustrado, el racionalista y esté emergiendo el individuo posmoderno, es decir, un ser frívolo, hedonista y superficial...

Precisamente, ese ser humano más propio de la modernidad fue testigo de las más horribles barbaries que ha padecido la humanidad.

Ya sabes que como dicen los miembros de la Escuela de Frankfurt, la aplicación de la razón instrumental nos llevó hasta los campos de concentración nazis y la bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Además, la época moderna (que comienza en el siglo XVIII aproximadamente) ha sido testigo de la emergencia del capitalismo y del establecimiento de unas diferencias brutales entre las clases sociales.

Aunque no me gusta hacer diferencias expresas entre modernidad y posmodernidad (no tengo muy claro si hemos superado una época moderna), me viene a la memoria que en esa época moderna que algunos se empeñan en idealizar, tampoco se reconoció a las minorías (de cualquier tipo) que estuvieron silenciadas durante siglos...

Y desde luego, si en la actualidad prevalece el relativismo, como parece señalar Zarko, no es menos cierto que también emergen con fuerza los fundamentalismos...

Y no sé que es peor.

Anónimo dijo...

Nada puedo objetar a lo expuesto con Leo, pues está de sobra fundamentado y razonado.

Sin embargo me gustaría precisar mi anterior intervención. Veo que la inclusión del último párrafo ("Es precisamente ese permanente estado de búsqueda que caracterizó al ser humano occidental desde el siglo XV hasta bien entrado el siglo XX el que está muriendo"); fue un error, pues incluía el doble vicio de no ser cierto ni obedecer exactamente a lo que deseaba exponer.

No, yo no creo que el hombre actual sea "frívolo, egoísta y superficial". Ni siquiera llego a hacer consideraciones tan generales sobre la condición humana. Simplemente quería responeder al comentario realizado por el segundo anónimo que, si lo interpreté adecuadamente, decía que a las preguntas que se hace el hombre actual no le valen las respuestas, digamos, "tradicionales".

Tengo para mí que tales inquietudes no parten de una honesta inquietud por conocer la verdad de las cosas, sino que en la mayor parte de los casos lo que se buscan son coartadas, legitimaciones de cualquier clase para acomodar la tendencia natural a actuar con los mandatos éticos. O, por mejor decir, lo que se pretende es encontrar una ética que se acomode a la perfección a la forma de actuar personal. No es, realmente, un planteamiento superficial; antes bien, el hombre actual es capaz de remover cielo y tierra por conseguirlo. Pero sí que resulta poco edificante, porque pone del revés la forma de construir el sistema ético. No se concibe fácilmente que lo que aparentemente son "respuestas limitativas" (las que señalan lo que está dentro y fuera del círculo de verdad) en realidad pueden ayudar a conformar una visión del proyecto vital del hombre que resulte mucho más liberadora que las engañosas patentes de corso.