Me ha dado últimamente por comenzar los artículos científicos que escribo con una cita sacada de la literatura. No sé, por empezar diferente, de manera más atractiva (claro, atractiva para mí) y porque creo que si la investigación en comunicación renuncia a la vena humanística, apaga y vámonos. Si la comunicacion, que es EL HECHO HUMANO por excelencia no es humanística, realmente no entiendo nada.
Pero también cabe la posibilidad de que no sea un error esta vena humanístico-teórica que me tiene removido el espíritu desde aquél año 2001 en el que comencé con toda esta historia de la investigación. Sí, quizá los que están equivocados son esos otros que tratan de reducir la comunicación al dato objetivo y matemático. Qué aburrimiento. Siempre con lo mismo. Menuda batalla contra gigantes. Batalla perdida, obviamente, que D. Quijote pretendía derribar los molinos de viento cabalgando sobre su fiel rocinante. Más aburrimiento todavía (por lo del embate perdido). A veces creo que hubiera sido mucho más sencillo haberme dedicado a un trabajo mecánico, haber sido una pieza más de una cadena de montaje. El otro día charlaba con una buena amiga y observábamos a jardineros del ayuntamiento plantando flores en un parque. Una maravilla, vamos. Definitivamente, en mi siguiente vida quiero ser jardinera y plantar flores. Hala, decidido.
Pero también cabe la posibilidad de que no sea un error esta vena humanístico-teórica que me tiene removido el espíritu desde aquél año 2001 en el que comencé con toda esta historia de la investigación. Sí, quizá los que están equivocados son esos otros que tratan de reducir la comunicación al dato objetivo y matemático. Qué aburrimiento. Siempre con lo mismo. Menuda batalla contra gigantes. Batalla perdida, obviamente, que D. Quijote pretendía derribar los molinos de viento cabalgando sobre su fiel rocinante. Más aburrimiento todavía (por lo del embate perdido). A veces creo que hubiera sido mucho más sencillo haberme dedicado a un trabajo mecánico, haber sido una pieza más de una cadena de montaje. El otro día charlaba con una buena amiga y observábamos a jardineros del ayuntamiento plantando flores en un parque. Una maravilla, vamos. Definitivamente, en mi siguiente vida quiero ser jardinera y plantar flores. Hala, decidido.
Pd. (post ampliado el 24-04-08). Por cierto, hablando del rey de Roma, en el portal de la comunicación me acaban de publicar la reseña que he hecho al último libro de GUCOM, titulado Comunicación, ciencia e historia, comentario que he empezado con un relato mitológico (el mito de PIGMALIÓN). La obra que he reseñado no tiene desperdicio. De verdad, creo que va a ser una de las referencias principales de las ciencias de la comunicación en los próximos años. Para saber más sobre este reciente libro, aquí tenéis la reseña
5 comentarios:
¡Con el calor (o la caló) que hace! ¡Quita, quita!
A mí me dio por pensar algo parecido el lunes exactamente a las 21:27, en la panadería, cuando llegó un señor representante de bandejitas doradas, de esas que sirven para poner dulces. Llegó, con un par de cartoncitos en la mano y una caja negra(seguramente llena de bandejas), diciendo: ¿Está el jefe? He quedado con él a las 9.
Parece un trabajo sencillo (seguramente no lo sea), pero creo que tiene que ser muy aburrido pasar todos los días de tu vida tratando de vender bandejillas.
Cambiando de tema, si la vena humanístico-teórica de la que hablas es un error... bendito error, mira.
BUeno, es que lo de las bandejitas no es tan divertido como lo de plantar flores, cortar el césped... Imagínate. Mono naranja todo el año (color muy favorecedor, por otra parte), luciendo moreno, con marcas, pero moreno al fin y al cabo. Y mimando flores por toda murcia: que si a esta le pongo más tierra, que si esta está muy seca, que patatín, que patatán... Es el paraíso!!!! Y hasta puedes trabajar con música o la radio. El non plus ultra.
Nada, nada, que no me convences. Yo no nací para trabajar al solanero. Es como aquel día que mi padre me dijo: anda, toma este hierro y este martillo y ponte a hacer agujeros para que se ventile el césped.
El naranja no me queda mal, pero todos los días vistiendo así... tampoco.
Está bien, María, está bien, porque no me convenzo ni yo :-), jeje.
Pues a mí, que estoy acostumbrado al aire libre y al agua clara, me encanta eso de merodear por el campo, el campo abierto, donde abundan todo tipo de bichos y donde me siento libre de verdad. La ciudad no acaba de gustarme, vamos que no soy animal de piso... ¡Y la vida de rata de biblioteca tampoco es para mí!
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