La foto, como siempre, en flickr
Ya estoy en Murcia. Han sido las últimas semanas un cúmulo frenético de circunstancias. Gané una plaza de profesora en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Murcia a principios de marzo y, a partir de ahí, todo fue uno. Preparar el viaje de regreso a España desde mi querido y añorado Boulder, incorporarme a mi nuevo puesto de trabajo, renunciar a mi beca postdoctoral de investigación (ay! cómo me costó!), empezar a dar clase, despedir de manera repentina a un familiar querido y muy cercano, arreglar la cuestión de mi visado en la embajada de Estados Unidos en Madrid… La Semana Santa me viene en el momento más oportuno. Tendré unos cuantos días para descansar (al fin!) y tomar fuerzas para mi nuevo regreso a Estados Unidos, donde me quedan cuestiones pendientes que no pude cerrar en marzo. Pendiente también queda actualizar este blog con mi nueva ubicación geográfica, aunque todavía no, todavía no puedo hacerlo.
Pero no quería hoy yo hablar sobre mis idas y venidas, sino sobre el V encuentro internacional España-África mujeres por un mundo mejor, acerca del papel de la mujer en la sociedad, evento que se está celebrando durante este fin de semana en Valencia. Están allá todas nuestras políticas, también la reina. Hablan de impulsar la democracia en África, la democracia como solución al problema africano y por ende al problema de la exclusión social de la mujer. Y yo me pregunto si hemos aprendido algo tras siglos de colonización primero, descolonización después. Este tipo de encuentros me huele a propaganda, a malgasto de los fondos públicos, a cutres lavados de imagen e incluso de conciencia. De nuevo analizamos el mundo desde nuestro eurocentrismo encorsetado, estático, enquistado. Seguimos creyendo en las soluciones universales y ahistóricas en el sentido planteado por Descartes, mentalidad positiva que creo no nos ha dado demasiados buenos resultados a nosotros, los países occidentales que hemos tratado de imponer nuestro sistema político (otrora también religioso) allá donde hemos asomado el hocico. Seguimos creyendo en la superioridad de occidente y nos autonombramos los salvadores del mundo, “pobres africanos, qué harían sin nuestra filantrópica intervención”…
La democracia ha funcionado bien (la raída máxima de que es el sistema menos malo) en la cultura occidental. Pero me pregunto si es el modo más adecuado para el caso africano. Cuando apareció el sida a finales de los 70, el movimiento gay de San Francisco impulsó foros en los que las comunidades afectadas debatieron y propusieron sus propias soluciones. Salida histórica y contextualista (leí un artículo inédito muy bueno de Merrit Dukehart sobre esto). Y esta misma lógica de que emerja la solución desde dentro más que desde fuera, podría ser aplicada al caso africano. Si es la democracia el sistema adecuado para los países africanos, que sean sus actores sociales (empezando por la sociedad civil) quienes lo decidan, ni ONU, ni ONG´s, ni gobiernos occidentales. No sé cuál sería el resultado de un debate profundo y habermasiano entre los distintos actores que conforman el tejido social africano. Quizá el resultado nos sorprendería. ¿Estamos dispuestos a ello?