Recuerdo de forma muy borrosa (y mi familia me ha contado infinidad de veces) una curiosa anécdota de mi infancia. Estaban mis padres (con mis tíos y algunos amigos) reunidos en una casa cenando, encuentro que (como casi siempre sucedía en estos casos) se alargó hasta la madrugada. Antes de continuar, tengo que decir que normalmente los pequeños asistíamos a esas cenas, aunque nosotros nos quedábamos al margen, jugando y construyendo un mundo paralelo al de los mayores (por cierto, cómo agradezco que mis padres y tíos nunca nos dejaran al margen de). Bueno, a lo que iba. Quiso la casualidad que justo ese día yo fuera el único testigo "pequeño" del encuentro. Al parecer, mientras los mayores brindaban con cava, en un despite, decidí por mi propia cuenta explorar los fascinantes mundos a los que nos adentran las burbujas catalanas. Mi primer coqueteo oficial con el champán español no quedó ahí, sino que derivó en un discurso sobre la libertad al que los adultos asistieron atónitos. Yo no llegaba a los cuatro años, pero el mensaje (sobre todo a mi madre) fue claro y directo: "¡Quiero ser libre!". No me preguntéis de dónde narices me saqué esa idea, aunque supongo que mi madrina tuvo mucho que ver en mi canto a la libertad. Recuerdo que mi madre me decía que me callara, pero esa imposición me daba más fuerza, ímpetu directamente proporcional al cabreo de mi progenitora, que no sabía cómo silenciarme. Fue una situación incómoda para ella, mi pobre madre, pues mi ocurrencia causó gracia y tuvo buena aceptación entre el "público", que me alentaba a que continuara mi discurso.
La cuestión está en que (muchos) años después retomé aquella anécdota porque creo que está íntimamente relacionada con el presente, con mi presente. Por aquello de que buscamos un sentido a los que nos sucede, como apuntan Berger y Luckmann, se trata de responder a por qué me pasa lo que me pasa (así definen ellos al sentido de la vida).
Creo que hay una forma clara de alcanzar la libertad (no negaré que hay otras, pero esta es la que conozco más directamente) y ésta es la teorización. De ahí a decir que un hombre puede sentirse libre entre rejas va muy poco. La libertad es una cuestión del espíritu, del alma y lo que realmente libera la mente es la reflexión profunda, ilustrada. La teorización, el estudio de la vida, la comunicación o la sociedad (o lo que queráis) nos capacita para comprender más, para pensar mejor, hasta el "más allá".
Es por ello que resulta fascinante el estudio del hombre como ser comunicativo que es, porque favorece nuestra inteligencia, porque nos hace más libres.
Por eso creo en el papel clave que desempeña la teoría en las facultades de comunicación, porque favorece nuestra capacidad de comprensión, o lo que es lo mismo, ayuda a potenciar la inteligencia, a hacernos más libres. Supongo que habrá muchos (profesores, alumnos, doctorandos, periodistas, publicistas...) que piensen que esto que digo es una chorrada, una reflexión menor sin importancia ni trascendencia. Allá ellos.
4 comentarios:
Hola, Leo. Lo de hacer callar ("¡Por qué no te callas!"), como se ha demostrado hace solo un par de días, sirve de bien poco, porque atenta contra la libertad de decir las chorradas que nos plazcan, aunque en tu caso no fue así (por supuesto).
En fin, no sé yo si llego a inteligente conociendo los mecanismos de la comunicación, pero sí soy bien paranoico, lo que me hace libre dentro de mi celda. Te mando un fuerte abrazo y la más sentida y humilde petición de que no machaques demasiado a mi hermano Paul, que es muy buen chico (bueno, un petardito por detrás le podría venir bien).
Un saludo de tu alumno predilecto. Dejaste huella en mí, y si no, ya te enseñaré mi curriculum...
Yo tampoco quiero que te calles. La imagen de la teoría está depauperada por los fraudes, por los falsos mundos. A veces con pocos años ya estás de vuelta de cualquier creación. Esa apatía vital no sólo es enemiga de pensar y aprender con otros. Pero es una instalación mental bastante seriada. Da gusto verte botar.
Sigo dándole vueltas a tu libro. Cuando termine un borrador te la envío para que me digas.
BUenas NOno!! jajaja, cómo me he reído con tu comentario... así que alumno predilecto, eh? Me alegra que te pases por aquí. Por cierto, son ya varios los hermanos de mis antiguos alumnos a los que le sdoy clase... ay! Qué mayor soy ya!
Gracias Dan, cada vez que me paso por tu blog respiro reflexión por los cuatro costados. Sobre mi libro, en ascuas me tienes... :-)
Y nada más, qué bueno saber que somos varios (quizá muchos) los que pensamos así...
UN abrazo!
¡Quiero ser libre!:))
Si seguimos afirmándolo con el corazón como tú lo hiciste con 4 añitos seguro que recobraremos esa libertad. Porque esa libertad está desde el principio. No se consigue. En todo caso , se reencuentra.
Sabes? Paré en Logroño a visitar a mi familia y mientras preparábamos la cena para mi primita de cinco años , ella bailaba y cantaba
" soy maravilloooosa" en su habitación. Ja ,ja, momento fantástico de pura y auténtica belleza, que nació de su sabiduria y de su propia luz.
¿Y ?...nada , que ,como a ti , nadie le enseñó.
Besitos y abrazos
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