La idea de la obsolescencia programada, es decir, el que los productos sean fabricados con una vida muy corta para que el consumo no decaiga, me tiene absorbido el cerebro. Sabemos que la temprana fecha de caducidad de lo que compramos no es más que una estrategia del mercado. Si el consumo cae, con él lo hará la economía. Durante los últimos años no hay día en el que no se apunte la necesaria reactivación del consumo. Lo hemos asumido, es así, la economía depende del consumo y ya.
Por simple, esta cuestión resulta terrible. Quizá lo más terrible de todo sea, como digo, la asimilación y aceptación de esto sin mayor capacidad crítica. Porque la cuestión del consumo ilimitado carece de cualquier atisbo de ética, no por nada, sino porque sabemos que en un planeta con recursos limitados, el consumo sin límites es una cuestión insostenible.
Ahora bien, el que estemos constantemente comprando, usando y tirando productos no tiene solamente unas terribles consecuencias medioambientales (que en el caso de occidente está padeciendo el continente africano, nuestro gran vertedero), sino que ha terminado marcando los valores de nuestra civilización. Esa lógica imperante que rige la acción de consumir trasciende los propios límites del acto para terminar configurando un auténtico sistema de valores. Productos de usar y tirar, personas y relaciones amorosas de usar y tirar. Compro un producto si es útil adelante, de lo contrario lo deshecharé. Con la misma lógica, podría decirse que tengo un amigo, si es útil, sólo si es útil, su amistad perdurará. De esto ha escrito mucho el siempre genial Zygmunt Bauman. En su obra vida líquida, apunta el flamante premio Príncipe de Asturias a la Comunicación y las Humanidades en esta dirección de la evanescencia del momento que nos ha tocado vivir (como evanescente es el mismo acto de consumo).
La obsolescencia programada resulta terrible, pero a la vez es un gran momento el que hayamos incorporado a nuestro imaginario colectivo esta expresión, porque con ella se está denunciando una situación de graves consecuencias. Y en todo esto, Ikea, se presenta como el gran paradigma de la obsolescencia programada. Resulta paradójico que sea una empresa del norte de Europa. O quizá no. Quizá sea esta una de las muchas contradicciones que se han albergado en las entrañas mismas de occidente.
Creo que el documental que emitía la 2 (televisión española) no hace mucho sobre esta situación titulado "Comprar, tirar, comprar", debería ser de obligado visionado. Para que tomáramos un poco más de conciencia de cuestiones que damos por hecho y aceptamos de forma natural. Naturalizar lo terrible siempre es una pequeña gran derrota para el hombre. Pero queda una ventana abierta a la esperanza. La de aquellos que se oponen a la obsolescencia programada y han fundando la Revolución del Decrecimiento. Productos de más larga duración hechos con materiales recicables. Quizá sea posible parar el consumo desenfrenado y parar, de una vez por todas, el moderno mito del progreso. ¿E instaurar con ello un sistema de valores a la escala del hombre? Todo es posible.
Here, the english version of this documentary about the planned obsolescence. Pyramids of waste, by the spanish public television.
un saludo a todos!
6 comentarios:
Gracias por compartir... Muy buen artículo. Gracias
Muy buena reflexión. Permíteme añadir que al final denota un optimismo "forzado" (lo digo en el mejor de los sentidos), porque en el fondo a todos nos gustaría tener la fórmula mágica -y global, sobre todo global- para detener nuestro frenético ritmo de crecimiento económico; pero desgraciadamente (y esta sigue siendo mi opinión) no la tenemos. Eso sí, pequeños esfuerzos en pro de un cambio podrían convertirse en bola de nieve que fuese creciendo cuanto más pendiente tuviese la rampa por la que caemos. Que así sea...
Hola Juan Carlos, gracias y bienvenido a este blog.
Jajaja, Ángel, optimismo forzado? Ya sabes que la sabiduría popular atina muy bien y como dicen por ahí "mientras hay vida hay esperanza". Sé que cambiar el modelo económico que hemos fraguado es muy difícil, pero no imposible. Cambiará cuando la situación económica sea insostenible (y si no lo es ya, lo será antes o temprano, porque si los recursos son limitados, no habrá más opción que esa). No sé si lo veré yo o serán mis hijos, pero llegará. Y quizá sea ahí cuando volvamos a la ralentización de antaño. Económicamente, el capitalismo exacerbado es insostenible porque, aparte de la cuestión de los recursos limitados que he pauntado (la más importante de todas), además se basa en algo un tanto abstracto y que está sometido a la variabilidad del contexto (como la actual crisis económica): el deseo del consumidor.
Pero bueno, estoy entrando en un terreno de aguas movedizas como es la previsión del futuro (y no me gusta mucho sacar la bola, jeje).
Sólo una nota: a partir del 4 de marzo no podremos circular a más de 110km/h para ahorrar combustible...
Gracias mil por pasarte por aquí y animar el debate ;-))
Gracias por esta nueva recomendación, Leo. La verdad es que a mí también me preocupa, no sólo que derrochemos pues, como tú dices, esto es insostenible, sino cómo eso afecta a las relaciones personales.
Hace poco he leído a un autor que hablaba de una obra sobre tecnología de Jacques Ellull, donde éste alertaba de cómo una mundo tecnologizado nos conducía a pensar en medios, no en fines, con lo que eso implica.
Terrible!
Best regards.
Eva:
Ellul es muy bueno. Gracias por recordarlo! Hacía tiempo que no volvía sobre él.
abrazoooo
Esta bueno tener contacto con la comunicación y de esta manera poder disfrutar de entender de que forma estan los medios en nuestra vida. Me interesaría poder comprar en fravega algun producto que me brinde mayor acceso a los portales web para ver los diferentes medios de comunicacion
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