Hace una hora casi padezco un atropello en pleno centro de Murcia. Paseaba cerca de la plaza de la cruz charlando y riendo con unas amigas tras una estupenda cena en la plaza de san Juan -con copa incluida en la plaza de cristo rey- cuando un energúmeno tuneado casi me manda con San Pedro. No contento con ello la bestia -que por bestia y animal padece un estado de irracionalidad que para sí quisieran los perros enrabietados y salvajes que pululan por nuestros campos- ha dado marcha atrás para probar suerte y ver si a la segunda conseguía rematarme: en estos casos, qué útiles son los pico-esquina, que tanto mentamos los murcianos, para resguardarse de un aplastamiento por rueda con llantas de aleación y luces azules incluidas.
Resulta que la calzada del entorno de la catedral está a la misma altura que la acera para los viandantes: craso error, aunque supongo que los arquitectos municipales dieron por hecho el carácter cívico de los usuarios y todavía no han ingeniado una calzada y acera edición especial para bárbaros (que haberlos…). Pero mira tú por donde, el sábado por la noche ha querido el destino que por la vía cívica capitalina circulara un bárbaro, claro está, con bárbara incluida haciendo las veces de copiloto, que para este tipo de seres son tremendamente necesarias las “chorvas camorristas-semianalfabetas” que cantan a lo Luis Moya (que fuera copiloto de carlos Sainz) quién es el objetivo más suculento al que arrear una buena manta de sopapos ( y si cae algún navajazo “con ese pedazo de pincho que me pasó el otro día el charly”, pues mejor que mejor).
Es esta clase de gente (a medio camino entre el neng, el tío pencho, el increíble hulk y Belén Esteban) la que me hace reflexionar en qué mundo vivimos. Podría decirse que son el fruto de la sociedad capitalista tecnologizada, o como queráis llamarla, actual. Pero, sinceramente, no lo creo. Al igual que los monos perfeccionan su adaptación al medio generación tras generación, la bestia inmunda tuneada que casi me atropella no ha podido aparecer de la noche a la mañana: son necesarios siglos de barbarie para que hoy nos encontremos con un ser de esta calaña, perfeccionado y adaptado al clima penoso en el que se desenvuelve. Supongo que mis antepasados en más de una ocasión tuvieron que apartarse de la vía por la que paseaban para que los bisabuelos de este animal indigno no los atropellaran con sus míseros carros.
Y claro está que no escribo este post para el camorrista analfabeto que casi me da muerte hace una hora, porque él (al igual que su chula) no leerán nunca este blog cuando se conecten a Internet, si es que lo hacen (siempre resultará más apasionante hacer otro tipo de actividades: colocarle un nuevo alerón al coche, meterse una nueva raya de farlopa o ver en la tele pressing catch bebiendo cerveza). Si navegan y atinan a teclear unas cuantas letras en el teclado del ordenador (cosa que dudo), me imagino la interesante navegación de los bestias: de los foros de gran hermano, a la web del marca para terminar en el súper éxito “cómo matar de un navajazo a todo aquél que consienta mirarme a la cara, by the johnatan”. Esta gente no es que no se haya leído un libro en su vida, es que no han leído ni la etiqueta de la coca cola, por lo que pedirles un poco de mesura, saber estar e incluso dignidad, es una quimera. Yo no lo haré y sólo pido no cruzarme con ellos a lo largo de mi vida, que suficientes desgracias trae la existencia por sí sola.
Tras esta reflexión no puedo evitar preguntarme: Entonces ¿todos iguales? YO ya hace tiempo que obtuve una respuesta. ¿Y tú?